Me había quedado medio dormida en el autobús y sin querer mis piernas se habían abierto, laxas. Aquella mañana había tenido una reunión importante y como siempre iba discreta por fuera, con un traje de falda y chaqueta pero sexy por dentro, medias con liguero y sin ropa interior. Así me sentía segura y seductora. Había sido un día agotador y ni tuve conciencia de haberme quedado dormida con el calorcito y el movimiento.
Un bache hizo que recuperara ligeramente la conciencia y mis ojos entreabiertos descubrieron la mirada azorada del hombre que estaba sentado justo frente a mí. Simulaba leer pero sus ojos se elevaban cada poco sobre el libro hacia mis muslos.
El hueco entre los asientos era estrecho y al haberme escurrido un poco hacia delante mis rodillas rozaban las suyas.
Antes de que notara que me había despertado cerré de nuevo los ojos y esta vez, con toda la intención, me eché un poquito más hacia delante y subí ligeramente una pierna contra la pared del autobús.
Cerró el libro, se ladeó y acercó la punta de los dedos a mi rodilla.
Carraspeó, se revolvió nervioso en su asiento, miró a los lados, se cercioró de que nadie miraba y luego me miró a ver si seguía dormida. Todo esto lo vi parcialmente entre mis pestañas casi pegadas del todo.
Me moví un poco de forma que mi pierna rozó la suya y mi falda subió un poco más.
Una mujer mayor que había a su lado miró con desaprobación pero a ninguno pareció importarnos.
Me pregunté si sabría que yo estaba despierta. Deseaba que me tocara. Notaba que él deseaba hacerlo.
Pasaba el tiempo y él seguía mirando e intentando colocarse de forma que su mano estuviera con naturalidad cerca de mí.
Suspiré profundamente, dando a entender que estaba totalmente dormida, que tenía vía libre.
Puso el abrigo encima de su mano y una pequeña parte de mi pierna. Al fin noté la punta de sus dedos rozándome. Casi sin movimiento, sólo como si se apoyara. Sentía su presión y su calidez. Presentía su excitación.
Empecé a imaginar que su mano subía lentamente y descubría que no llevaba nada y que, además, estaba mojada.
Ya estaba cerca de mi parada. Sin moverme abrí los ojos y le sonreí levemente. Me acarició un par de veces mientras nos mirábamos sin apartarnos. Yo hice ademán de reincorporarme y él recogió su abrigo que estratégicamente colocado me impidió comprobar si tenía una erección. Pero le miré inquisitiva, sonrió y asintió.
Al levantarme para salir, me pareció por un instante que iba a seguirme pero sólo dijo: "Hasta mañana"
Un bache hizo que recuperara ligeramente la conciencia y mis ojos entreabiertos descubrieron la mirada azorada del hombre que estaba sentado justo frente a mí. Simulaba leer pero sus ojos se elevaban cada poco sobre el libro hacia mis muslos.
El hueco entre los asientos era estrecho y al haberme escurrido un poco hacia delante mis rodillas rozaban las suyas.
Antes de que notara que me había despertado cerré de nuevo los ojos y esta vez, con toda la intención, me eché un poquito más hacia delante y subí ligeramente una pierna contra la pared del autobús.
Cerró el libro, se ladeó y acercó la punta de los dedos a mi rodilla.
Carraspeó, se revolvió nervioso en su asiento, miró a los lados, se cercioró de que nadie miraba y luego me miró a ver si seguía dormida. Todo esto lo vi parcialmente entre mis pestañas casi pegadas del todo.
Me moví un poco de forma que mi pierna rozó la suya y mi falda subió un poco más.
Una mujer mayor que había a su lado miró con desaprobación pero a ninguno pareció importarnos.
Me pregunté si sabría que yo estaba despierta. Deseaba que me tocara. Notaba que él deseaba hacerlo.
Pasaba el tiempo y él seguía mirando e intentando colocarse de forma que su mano estuviera con naturalidad cerca de mí.
Suspiré profundamente, dando a entender que estaba totalmente dormida, que tenía vía libre.
Puso el abrigo encima de su mano y una pequeña parte de mi pierna. Al fin noté la punta de sus dedos rozándome. Casi sin movimiento, sólo como si se apoyara. Sentía su presión y su calidez. Presentía su excitación.
Empecé a imaginar que su mano subía lentamente y descubría que no llevaba nada y que, además, estaba mojada.
Ya estaba cerca de mi parada. Sin moverme abrí los ojos y le sonreí levemente. Me acarició un par de veces mientras nos mirábamos sin apartarnos. Yo hice ademán de reincorporarme y él recogió su abrigo que estratégicamente colocado me impidió comprobar si tenía una erección. Pero le miré inquisitiva, sonrió y asintió.
Al levantarme para salir, me pareció por un instante que iba a seguirme pero sólo dijo: "Hasta mañana"
A mi amigo Amantesorpresivo que me inspiró este relato al contarme la parte del hombre sentado enfrente. Te lo debía hace mucho, pero es que las musas vienen cuando quieren.