viernes, 18 de enero de 2013

Clandestino


Volvía ensimismado y, al ir a meter la llave en la cerradura tardó en darse cuenta de que la puerta ya estaba abierta. Al entrar encontró a dos hombres con traje y otros dos hombres y una mujer con monos de trabajo, cajas de herramientas y una cámara de fotos.

-         “Pero, ¿Qué es esto? ¿Qué hacen ustedes en mi casa?”

-         “Su casa, ¿eh?, usted debe ser entonces Fulanito Pérez”

-         “En efecto, ¿y usted?”

-         “Inspector Agudo, Homicidios. Hemos acudido porque una vecina ha llamado alarmada porque hace como media hora estaban apuñalando aquí a una chica”

-         “¿Aquí? ¡Imposible!”

-         “Tiene usted derecho a permanecer en silencio hasta que llegue su abogado pero sepa que apreciaremos como positiva su colaboración si habla libremente.”

-         “Por supuesto, yo no he hecho nada malo.”

-         “Veamos, ¿niega usted entonces haber estado en esta casa con una mujer?”

-         “No, desde luego que no, sí hemos estado pero no la he hecho daño.”

-         “Pero la vecina ha declarado que la chica gritaba: “Por favor, me vas a matar” a lo que usted respondía: “Cuanto más grites más voy a clavártela, zorra”

-         “Señor, verá, ejem., lo que la estaba clavando no creo que se pueda considerar un arma blanca. Ya me entiende”

Los dos hombres medio sonrieron con complicidad masculina.

             “Ya, bueno, ejem, sin embargo cuando hemos llegado había signos de lucha, el colchón desplazado del somier, la lámpara de la mesilla caída.”

            “El colchón lo hemos movido en el acaloramiento del encuentro y la lámpara se ha caído porque me he levantado a oscuras a por agua y le he dado con la rodilla.”

            “¿A oscuras? ¿Pretendía que no le vieran hacer algo sospechoso?”

            “No, no, que va, es que su segundo orgasmo ha sido tan intenso que la estaba dejando descansar un poco.”

Esta vez cara de prepotencia del sospechoso y de incredulidad del inspector.

            “Sí, sí, claro. Pero al llegar la científica, en las sábanas que usted ha metido a la lavadora pero que han recuperado en mitad del prelavado, junto a una mancha de semen han encontrado una de sangre. Sospechamos que usted intentaba eliminar esta prueba mientras ha ido a deshacerse del cuerpo.”

            “Que no, inspector, le juro que el cuerpo andaba solo mientras la acompañaba al garaje y la sangre es porque aún está en “esos días”, ya sabe, aunque casi terminando, ¿eh?”

            “¡A ha, con que es usted un vampiro!”

            “No, no, que va, era nuestra primera vez pero teníamos tantas ganas…”

            “Sin embargo al irse también ha abierto la puerta a oscuras.”

            “Sí, es que tiene la costumbre de salir primero con la luz apagada hasta el descansillo de abajo para que nadie la vea.”

            “¡Todo eso es su palabra contra un montón de pruebas! – espetó interrumpiendo el inspector – llamemos a la señorita para que ella misma nos diga que está bien.”

            “Huy, es que ya son las 20:30 y a estas horas ya lo apaga”

            “Claro, claro, pero es que hemos inspeccionado su móvil y, lo único que podría demostrar su inocencia, alguna llamada, algún sms, está todo borrado, ni siquiera tiene usted contactos en la agenda.”

            “¡Pues claro que no!, ¿está usted loco? ¡Eso va en contra de la primera regla de la clandestinidad! ¡No se pueden dejar huellas!”

            “¡Entonces admite que quería borrar sus huellas, admite que es culpable!”

            “No, inspector, sólo soy un clandestino. Pero, ¡espere! Se me ocurre algo, voy a ponerle un mail.”

 

A los 40 minutos recibieron una llamada al móvil clandestino.

            “Hola, Fulanito, he recibido tu mail diciendo que te llamara urgente, estoy casi llegando a casa, ¿es que te has quedado con ganas de más?

            “¿Señorita Laura?”

            “Sí, soy yo, ¿Y usted quién es? ¿Qué hace con el móvil de Fulanito? ¿Él está bien? No me asuste, hace apenas media hora nos hemos despedido en el garaje…”

            “Sí, sí, tranquila, él está bien pero necesitamos que venga a responder unas preguntas.”

Después de cotejar las declaraciones, comprobar el ADN y aclararlo todo, Laura y Fulanito iban a salir a cenar para recuperarse del susto, después de haber dado sendas excusas en casa, buenas excusas, aprobadas por el Manual de la Clandestinidad y los inspectores se disponían a marcharse cuando el que había interrogado al sospechoso del apuñalamiento se dió la vuelta:

            “Una última cosa. – dijo llevando del brazo a un aparte a la chica - ¿Está libre para una cita el martes a mediodía?”