- Pues a mí me gustaría que contases como fue tu primera vez. Cobrando. Pero ya sabes. Los detalles, no. Lo que tú sentiste. Un besazo. "
Por aquel entonces, sobre octubre del 2008 mi pareja y yo nos estábamos dando un descanso para aclarar ideas y yo quedaba con un par (o tres) de amigos muy íntimos y con algunas parejas de vez en cuando.
Una de las chicas de una de esas parejas, me propuso un día hacer un trío con un amigo suyo. Como yo conocía a su marido me pidió que no le contara nada. Eso me dio mucho morbo.
Cuando llegué al apartamento ellos ya estaban medio desnudos y tonteando. Ella me llevó al baño y me dio 100 euros. Yo la miré asombrada y me dijo, “A este tío le cobro, guárdatelo y vamos”. Me ofendí muchísimo y se lo devolví. Ni loca iba a hacer yo eso.
Cuando salimos le expliqué al chico que yo del dinero no sabía nada, que yo había ido, como otras veces, por placer pero que no iba a hacer nada que no quisiera hacer. Pensé que, si cobraba, tendría la obligación de hacer todo lo que él quisiera. Y obligada, a mí las cosas no me salen.
Me había molestado bastante que no me avisara, pero, ya que estábamos allí, no iba a estropear el encuentro y me apetecía, ya hablaría con ella luego.
Aunque me costó más de lo habitual en mí ponerme a tono, estuvimos hora y media pasándolo muy bien.
Cuando ya nos íbamos, el chico le dijo que, ya que yo no había cobrado, le devolviera mi parte. Yo estaba sentada en el borde de la cama, poniéndome las medias y me desentendí de sus trapicheos porque me violentaba mucho mezclar dinero con sexo y morbo.
Él se arrodilló delante de mí, me dio un beso muy largo, metiéndome bien la lengua y mientras, puso los billetes entre mis piernas, apretándolos contra mi sexo y me dijo al oído: “eres muy puta y esto te lo has ganado”. Mi primer reflejo fue darle un empujón, cabreada, eso pensé pero no me moví, dejé que siguiera besándome y restregando los billetes porque su provocación me había excitado. No era la primera vez que, aún sin cobrar, me llamaban puta como parte del juego sexual y eso me suele poner mucho. Ahora era algo diferente porque, al haber dinero, el apelativo era más real, pero en la práctica, no cambiaba nada. No noté que hubiera nada vejatorio en su afirmación, y, si la había, no consiguió que me sintiera mal. Sonriendo con malicia y mirándole directamente a los ojos, le dije: “tú tampoco has estado mal, pedazo de cabrón”.
Y nos liamos de nuevo. Ni nos dimos cuenta de que mi amiga ya se había ido.
Esa tarde en la oficina pensé que debería estar enfadada con ella pero no lo estaba. Pensé que debería estar ofendida, pero lo que sentía era como una excitante sensación de haber hecho algo prohibido, muy indecente y sucio. Estaba al mismo tiempo arrepentida y encantada, como cuando de pequeños hacemos una travesura, algo que nos apetece y que no sabemos por qué no nos dejan hacer y sólo nos asusta la parte del castigo si alguien se entera, pero nos hace sentir bien con nosotros mismos.
No me apeteció gastar ese dinero en algo en concreto que luego me recordara lo que había hecho, lo metí en el banco para que se perdiera entre mi saldo total y de paso comprobé que no era demasiado.
Mi amiga me puso un mail proponiéndome repetir y ofrecer tríos juntas. Dije que no. Me dijo que no había nada de malo, que total, nosotras ya lo hacíamos sin cobrar y que ella se estaba sacando un sobresueldo que le permitía llegar a fin de mes sin problemas ni agobios.
La idea siguió rondándome. Unos días después, en la cama con uno de mis amigos, se lo conté y le plantee mis dudas sobre si hacerlo o no. Me preguntó si el encuentro en sí había sido diferente en algo a otros y si yo me había sentido mal en algún momento. No lo había sido y, excepto al principio, no volví a sentirme mal. Aunque imagino que por educación y costumbre, algo me decía que no estaba bien.
Mi amigo me dijo: “Si a mí me pagaran por follar, me iba a hacer de oro, prueba, tía, no seas tonta.”
Probé y, poco a poco, la parte de “cobrar” me va costando cada vez menos. No me ofende, no me hace sentir mal por mí, pero me encantaría pensar que quien tengo delante me cree y sabe que, aunque necesario, no es mi principal motivación. Si fuera sólo por dinero, perdería todo el encanto y todo el sentido.
Un besito. Buenas noches