Volvía ensimismado y, al ir a meter la llave en la cerradura
tardó en darse cuenta de que la puerta ya estaba abierta. Al entrar encontró a
dos hombres con traje y otros dos hombres y una mujer con monos de trabajo,
cajas de herramientas y una cámara de fotos.
-
“Pero,
¿Qué es esto? ¿Qué hacen ustedes en mi casa?”
-
“Su
casa, ¿eh?, usted debe ser entonces Fulanito Pérez”
-
“En
efecto, ¿y usted?”
-
“Inspector
Agudo, Homicidios. Hemos acudido porque una vecina ha llamado alarmada porque
hace como media hora estaban apuñalando aquí a una chica”
-
“¿Aquí?
¡Imposible!”
-
“Tiene
usted derecho a permanecer en silencio hasta que llegue su abogado pero sepa
que apreciaremos como positiva su colaboración si habla libremente.”
-
“Por
supuesto, yo no he hecho nada malo.”
-
“Veamos,
¿niega usted entonces haber estado en esta casa con una mujer?”
-
“No,
desde luego que no, sí hemos estado pero no la he hecho daño.”
-
“Pero
la vecina ha declarado que la chica gritaba: “Por favor, me vas a matar” a lo
que usted respondía: “Cuanto más grites más voy a clavártela, zorra”
-
“Señor,
verá, ejem., lo que la estaba clavando no creo que se pueda considerar un arma
blanca. Ya me entiende”
Los dos hombres medio sonrieron con complicidad masculina.
“Ya, bueno, ejem, sin embargo cuando hemos
llegado había signos de lucha, el colchón desplazado del somier, la lámpara de
la mesilla caída.”
“El colchón
lo hemos movido en el acaloramiento del encuentro y la lámpara se ha caído
porque me he levantado a oscuras a por agua y le he dado con la rodilla.”
“¿A oscuras?
¿Pretendía que no le vieran hacer algo sospechoso?”
“No, no, que
va, es que su segundo orgasmo ha sido tan intenso que la estaba dejando
descansar un poco.”
Esta vez cara de prepotencia del sospechoso y de incredulidad
del inspector.
“Sí, sí,
claro. Pero al llegar la científica, en las sábanas que usted ha metido a la
lavadora pero que han recuperado en mitad del prelavado, junto a una mancha de
semen han encontrado una de sangre. Sospechamos que usted intentaba eliminar
esta prueba mientras ha ido a deshacerse del cuerpo.”
“Que no,
inspector, le juro que el cuerpo andaba solo mientras la acompañaba al garaje y
la sangre es porque aún está en “esos días”, ya sabe, aunque casi terminando,
¿eh?”
“¡A ha, con
que es usted un vampiro!”
“No, no, que
va, era nuestra primera vez pero teníamos tantas ganas…”
“Sin embargo
al irse también ha abierto la puerta a oscuras.”
“Sí, es que
tiene la costumbre de salir primero con la luz apagada hasta el descansillo de
abajo para que nadie la vea.”
“¡Todo eso
es su palabra contra un montón de pruebas! – espetó interrumpiendo el inspector
– llamemos a la señorita para que ella misma nos diga que está bien.”
“Huy, es que
ya son las 20:30 y a estas horas ya lo apaga”
“Claro,
claro, pero es que hemos inspeccionado su móvil y, lo único que podría
demostrar su inocencia, alguna llamada, algún sms, está todo borrado, ni
siquiera tiene usted contactos en la agenda.”
“¡Pues claro
que no!, ¿está usted loco? ¡Eso va en contra de la primera regla de la
clandestinidad! ¡No se pueden dejar huellas!”
“¡Entonces
admite que quería borrar sus huellas, admite que es culpable!”
“No,
inspector, sólo soy un clandestino. Pero, ¡espere! Se me ocurre algo, voy a
ponerle un mail.”
A los 40 minutos recibieron una llamada al móvil clandestino.
“Hola,
Fulanito, he recibido tu mail diciendo que te llamara urgente, estoy casi
llegando a casa, ¿es que te has quedado con ganas de más?
“¿Señorita
Laura?”
“Sí, soy yo,
¿Y usted quién es? ¿Qué hace con el móvil de Fulanito? ¿Él está bien? No me
asuste, hace apenas media hora nos hemos despedido en el garaje…”
“Sí, sí,
tranquila, él está bien pero necesitamos que venga a responder unas preguntas.”
Después de cotejar las declaraciones, comprobar el ADN y
aclararlo todo, Laura y Fulanito iban a salir a cenar para recuperarse del
susto, después de haber dado sendas excusas en casa, buenas excusas, aprobadas
por el Manual de la Clandestinidad y los inspectores se disponían a marcharse
cuando el que había interrogado al sospechoso del apuñalamiento se dió la
vuelta:
“Una última
cosa. – dijo llevando del brazo a un aparte a la chica - ¿Está libre para una
cita el martes a mediodía?”